Educación y Humanidades
HOY
Por Dr. Luis G. Collazo
Recinto de Arecibo
La aspiración a lograr un mundo nuevo y mejor parece que ha sucumbido ante el apabullante desdén por lo utópico y/o visionario. Parece que vivimos en un momento histórico donde lo efímero y momentáneo sustituye el sentido de lo trascendente y de lo profundo. Y todo esto sucede en un mundo donde se ha logrado alcanzar altos niveles de proficiencia en las ciencias y las tecnologías. En un mundo donde el ser humano ocupa buena parte del protagonismo histórico.
Si aún aspiramos, dentro de nuestro contexto académico, a contribuir a transformar la realidad actual, se hace imperativo la afirmación de un modelo educativo balanceado e integrador. En este sentido es fundamental para un proyecto educativo reconocer que la formación humanística es tan vital como la enseñanza de ciencias y tecnologías. El progreso de un país no sólo descansa en los avances científico tecnológicos, sino también en el enriquecimiento de la formación humanística de sus ciudadanos. Los adelantos tecnológicos de por sí no han logrado asegurar una vida mejor para todos.
La agenda para el futuro necesita retomar con total pro-actividad el fomento de las humanidades como pilar para una nueva sociedad justa y pacífica. El paradigma de una convivencia solidaria exige una praxis universitaria que destaque el valor medular de los estudios humanísticos. Precisamente la carencia de estos nos conducen a un déficit monumental en los esfuerzos por consolidar una sociedad humanizante.
En su texto “Contra esto y aquello”, Miguel de Unamuno describe lo que bien puede ser una referencia a la realidad contemporánea:
“Conozco hombres nada escasos de instrucción técnica -que es la que da dinero- en el ramo a que profesionalmente se dedican, y aún en otros, y los conozco también que no carecen de una cierta ilustración general, principalmente literaria, y de las novedades en moda, que les permite hacer regular papel en sociedad, pero faltos unos y otros de sólida educación humana, de íntima religiosidad de la vida, de elevadoras preocupaciones.”
La crítica de Unamuno nos alerta a no subestimar la urgencia de promover el pleno y total fortalecimiento de los estudios humanísticos en la educación superior. Debemos asegurar un proceso educativo que dote a mujeres y hombres de una “sólida educación humana”. La carencia de un modelo como éste podría significar para un país la bancarrota de un desarrollo sustentable y humanizante que garantice una sólida calidad de vida.
Las graves condiciones de vida en que existimos y sufrimos hoy son los resultados de un proyecto que pecó al ignorar lo humanístico y sobreestimó lo científico-técnico. El verdadero progreso humano no puede sufrir un reduccionismo mezquino y fundamentalista. Hay progreso auténtico donde la condición humana alcanza su mayor dignidad.
En esta perspectiva, Unamuno, refiriéndose al patriota y educador argentino Ricardo Rojas, señalaba: “He aquí unas palabras de él, de Rojas, que hago mías,
“El cosmopolitismo en los hombres y las ideas, la disociación de viejos núcleos morales, la indiferencia para con los negocios públicos, el olvido creciente de las tradiciones, la corrupción popular del idioma, el desconocimiento de nuestro propio territorio, la falta de solidaridad nacional, el ansia de la riqueza sin escrúpulos, el culto de las jerarquías innobles, el desdén por las altas empresas, la falta de pasión en las luchas, la venalidad del sufragio, la superstición por los nombres exóticos, el individualismo demoledor, el desprecio por los ideales ajenos, la constante simulación y la ironía canalla –cuanto define la época actual- comprueban la necesidad de una reacción poderosa a favor de la conciencia nacional y de las disciplinas civiles.”
El perfil de la realidad argentina que Rojas describe y que Unamuno hace suyos, no necesariamente es extraño a nuestro perfil social y cultural actual. Su propuesta de reafirmar una educación “holística” que atienda la formación de la conciencia es muy pertinente al momento actual. La universidad de hoy tiene por delante el desafío de evitar se socave la plataforma de una educación universitaria que destaque las humanidades.
La formación de un ser humano pleno no puede alienarse de la formación de un profesional competente. La persona educada en las ciencias y la tecnología no puede carecer de una sólida y rica educación humanística. Su desempeño profesional no debe estar enajenado de su realización humana. Tal discontinuidad sería fatal para el futuro de la sociedad humana.
lunes, 24 de enero de 2011
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